Comentario
Terminada la pacificación de las Galias, César solicitó (estando aún en las Galias) el beneficium de poder optar al consulado en ausencia para el año siguiente, el 49 a.C., y conservar la provincia de la Galia Cisalpina hasta finales del mismo año. El derecho o no a la candidatura in absentia es aún objeto de controversias históricas y podemos incluso aceptar que la negativa de Catón a que se presentase su candidatura en tales condiciones se atenía a la legalidad. Pero el desafío era evidente, puesto que en varias ocasiones se había aceptado esta práctica y además los tribunos habían emitido una ley -desatendida- que permitía la candidatura de César en ausencia.
Su segunda petición fue también desatendida y el cónsul del 50 le ordenó que depusiese inmediatamente su poder y regresase a Italia en una fecha arbitraria, en noviembre. Si se negaba a hacer entrega de su mando se le declararía enemigo público.
Las intenciones senatoriales respecto a César eran evidentes: se trataba de poner fin a su vida real o política, de colocarlo en la tesitura de elegir entre la guerra civil o el regreso a Roma sin dilación. En el primer caso, la confianza de los nobiles en que Pompeyo acabaría con él, era absoluta. Pompeyo mismo había asegurado al Senado que, aunque las legiones que se le habían asignado a él estuvieran en Hispania (puesto que era aún gobernador de Hispania, aunque la gobernara a través de sus legados, Afranio y Petreyo) no había nada que temer de César: "Con un sólo taconazo que dé en el suelo de Italia -dijo- todas las legiones se alzarán en apoyo nuestro".En el segundo caso, a César le constaba que supondría una muerte política al estilo de la sufrida por Gabinio, Lúculo y tantos otros. Se le juzgaría por un motivo u otro y se le declararía culpable de la acusación, cualquiera que ésta fuese: malversación de fondos, violación de tratados senatoriales con pueblos galos... Ya en el 51 a.C., el cónsul M. Claudio Marcelo se había opuesto a la colonización de César en la Galia Transpadana -donde había fundado entre otras colonias Novocomo, la actual Como- negando a los colonos el derecho de ciudadanía. En el 49 a.C., César fue sustituido en el consulado por su peor enemigo, L. Domicio Ahenobarbo.
César hizo lo posible por evitar la guerra civil. Intentó negociar con Pompeyo y recurrió a ofertas conciliadoras, reforzadas por la mediación o el veto a determinadas propuestas anticesarianas, de tribunos amigos como C. Escribonio Curión, Q. Casio Longino o Marco Antonio. Devolvió a Pompeyo una de las legiones que se hallaban bajo su mando y entregó otra como contribución a la guerra contra los partos.
A comienzos del 49 a.C. César propuso un ultimátum al Senado: que él mismo y Pompeyo depusieran sus imperia, sus poderes, a cambio de garantías que les permitieran renovar su candidatura al consulado. El ultimátum fue rechazado y el Senado elaboró un senadoconsulto por el que declaró hostis, a César, enemigo público.
Pero los cálculos de los enemigos senatoriales de César habían sido erróneos. César había sido fiel a su imagen de popular, pero contaba no sólo con el apoyo del pueblo, sino de una gran parte del Senado. En palabras de Syme, sólo una minoría temeraria y partidista falseaba los verdaderos deseos de una mayoría del Senado. Muy pronto comprobaron que las oligarquías de las diversas ciudades de Italia ni se levantaban contra el invasor ni se prestaban a defender la autoridad del Senado. El propio Pompeyo comprobó que las legiones imaginadas no acudían a su llamada y ni siquiera en el Piceno, donde tenía grandes clientelas, pudo constituir un ejército personal. Por el contrario, éstos se pasaron al enemigo. Esta situación, junto con la velocidad y la organización de César, decidió que la guerra se librase en otros escenarios: España, África y Grecia principalmente, aunque fueron reclutadas también tropas en las provincias orientales.